domingo, 19 de agosto de 2007

Campamento de verano

Después de varios meses de relegar el blog al ostracismo (afortunadamente lo asumí desde el primer momento) vuelvo a la carga con nuevas entradas y tonterías. La más importante, la acampada que hicimos en Santander.

Como viene siendo costumbre fuimos al camping Cabo Mayor, cerca de la playa del Sardinero y al ladito del faro. Este año fuimos seis: Samuel, Carlos, Ana, Sandra, Edu y yo. La diferencia es que esta vez éramos todos ex-alumnos del centro; eso sí, sigo siendo el abuelo ^^

Como la tienda del año pasado estaba re-impermeabilizándose Carlos trajo la suya, una reliquia de la Guerra Fría (jeje) que a pesar de todo era cómoda y espaciosa. La pega -además de un peso considerable- era que venía como en un millón de piezas y no tenía INSTRUCCIONES DE NINGÚN TIPO aparte de un críptico código de colores en el armazón. De modo que tuvimos que "reinventar" la tienda como buenamente pudimos, lo que incluyó montar y desmontar varias veces los tubos, pedir ayuda a uno de los encargados del camping -que no aportó demasiado-, meternos dentro de la lona en plan "percha" para adivinar la forma real que debía tener y utilizar un sistema alternativo para sujetar las bandas de goma a los mástiles (el infalible y patentado sistema Palitroncho (TM)).

En contra de las previsiones, que anunciaban que acabaríamos cenando al raso, logramos montar la tienda a media tarde y nos dio tiempo a bajarnos a la playa. Pertrechados con unas paletas y un frisbee de Todo-100 entretuvimos la tarde, y como es tradición enterramos a Edu en la arena (con la inestimable colaboración de un par de niñitas que pasaban por allí). Concluimos la jornada playera con un mega-helado de a cuarto litro el cucurucho :D__ y la tortilla que nos había sobrado del almuerzo cortesía de la madre de Ana, en proceso de beatificación.

El día siguiente incluyó encuentro generacional: en casa de Ana había una reunión paralela de alumnos aún en activo, nuestros queridísimos medianos (lo siento chicos, cargaréis con el estigma el resto de vuestras vidas), e hicimos una reunión playera con ellos. Teóricamente incluía partida de rol multitudinaria, pero la playa bastó y sobró para cubrir el cupo de diversión (uffff). En la mañana del mismo día habíamos descubierto la playa de Mataleñas, bien parapetada entre dos acantilados y donde recibimos nuestra dosis anual de "cangrejo", de la cual me libré casi del todo ya que la mayor parte de la luz solar fue a potenciar mis poderes (¿qué pasa?). Menú del día: ensaladilla y atún de nuestra madre adoptiva.

Miércoles, nubes y mal tiempo. Todos los indicios apuntaban a que sería día de rol. Nos refugiamos en el bar con cerveza y dados e iniciamos una partida de Superhéroes Inc. que no llegó a buen puerto porque estábamos bastante descentrados, incluido yo; cuando mi moral llegó al nivel de Fraggle Rock decidí interrumpirla y a otra cosa. La otra cosa fue una sesión de juegos de cartas variados, en los cuales Edu demostró una capacidad insospechada para apalearnos (dos veces logramos hacerle perder, y requirió una denodada labor de equipo).

Miércoles noche, la catástrofe se cierne sobre nosotros. Comprobamos que la tienda tiene una gotera bastante seria, además de una zona de rejilla (destinada a ventilación) por la que se cuela todo el agua, y se nos semi-inunda la tienda. Lo absurdo de tener una pieza de plástico cubriendo la rejilla por dentro de la tienda nos lleva a comprender la triste y vergonzosa realidad: hemos montado la tienda del revés, con lo de fuera dentro. Ahora sabemos que los demás campistas no se reían de nosotros por el ridículo estampado de flores (no estaba tan mal, hacía juego con mi saco de dormir). Como ya estaba bastante oscuro pusimos el recolocar la lona en la lista de prioridades del día siguiente.

No fue suficiente.

Aquella noche la ira del dios de los campistas se descargó sobre nosotros; llovió todo lo que quiso y más, aderezado por los momentos de pánico de Carlos y una colocación de emergencia de impermeables sobre las mochilas. El día amanece pasado por agua y nos resignamos a nuestro destino, desmontamos la tienda (con lluvias racheadas) y nos retiramos al Cuartel General. Es entonces cuando descubro que tengo 19 en Carisma (chúpate esa, Kas :P), ya que tengo que ir a la oficina de la encargada primero para lograr que nos cobren un día menos -fui a las 2, y a partir de las 12 te cobran otro día- y luego para que nos permitan dejar allí los trastos hasta que nos vinieran a recoger (a efectos prácticos les invadimos la oficina). Eso sin incluir la negociación inicial para que nos dejaran colocar la tienda en el mismo lugar del año pasado...

El jueves por la tarde somos 13 en el Cuartel General, nos planteamos seriamente el dedicarle una calle a Santa Isabel (sí, la madre de Ana). A pesar de las lluvias continuadas vamos a dar una vuelta, a tomar un helado y a jugar una partida de billar y juegos varios. Dejamos el billar en tablas, todos los chicos menos Edu nos estampamos contra la viga del techo y el equipo Carlos-Sandra-Hugo gana a todo lo demás (oeoeoeeeee :D). A destacar la digievolución Sandra/Gollum (aunque Edu conservó el dedo) y el "momento sombrilla" (pondré el video en cuanto lo tenga).

El último día tocó "la conjura de las flores". Decidimos encargar un ramo para la santa local (la de siempre) para que lo llevaran a las 17:00, cuando nosotros ya estaríamos de camino a casa. Los de la floristería nos traicionaron y enviaron el ramo a las 15:30, cuando aún estábamos comiendo. El año que viene prenderemos fuego a la tienda, seguro que huele muy bien...

Balance de pérdidas de este año:
-El porta-espadas de gomaespuma (una idea más ingeniosa que resistente)
-Una lentilla
-Mi sombrero australiano :_(

En conjunto la semana fue tan accidentada como entretenida, cualidades que siempre van de la mano. Pero intentaremos superarnos el año que viene.