jueves, 23 de julio de 2009

Curso de verano Valladolid 2009 (Parte 2)

¡Eh, esta vez hay segunda parte de verdad! No todo van a ser chascos (así que ya puede estar subiendo el número de visitas ¿eh?). Dado que la entrada anterior estuvo dedicada por entero al documental nasionalyeografiquero de la fauna, pasemos ahora a las noticias. Desde Pucela el corresponsal Maldito Pirata, informando para toda la web.

A las actividades de todos los años (debate, "fiustin", frijoles, monólogos...) se ha añadido la creación de anuncios grabados en vídeo, montados y toda la parafernalia. Así este año se ha podido ver publicidad de una máquina de chucherías, unas gafas de realidad virtual e incluso una funeraria -con sorprendentes declaraciones del muerto, ¡por fin un testimonio fiable!-. En el apartado negativo hay que decir que el rol ha sido casi suprimido ¡AAAAAAAAARGH! (clamor de muchedumbre enfurecida), pasando al plano extraoficial y realizado en la residencia tras muchas horas de insomnio del sufrido master (-_-U). Después de un prolongado bajón de calidad, el debate ha vuelto a ser esa arena de gladiadores en la que todos esperamos ver sangre y refutaciones despiadadas, hasta el punto de presenciar este año cómo uno de los debatientes era "echado" por el equipo contrario, que le vapuleó la moral hasta hacerle renunciar a su turno tras apenas un minuto. "¡Muerte, muerte!" gritaba la muchedumbre :P

Como es costumbre, lo interesante se concentra en el último dia, a excepción de tener que rescatar a nuestra profesora invitada de Costa Rica, que se pasó de parada en el autobús. ¿Adivináis a quién le tocó? ¡Bip-bip! Y dicho esto, pasamos a...

LA GRAN EVASIÓN
Épica crónica en la que se narran las peripecias de los participantes en la noche de clausura del curso.

Capítulo 1. Cena en el Gran Comedor
La residencia nos obsequió a un módico precio (¿qué clase de obsequio es ese? o_O) con una opípara cena de gala al estilo medieval. El comedor estaba decorado con pendones y blasones ondeantes (si soplabas), antorchas y comida que había que apañarse para comer con las manos en su mayor parte. A efectos prácticos parecía el comedor de Hogwarts, pero no seré yo quien se queje. Me pregunto a qué casa pertenecíamos...

Capítulo 2. Invasión Alienígena
Es probablemente la mejor forma de describir nuestra técnica de entrada en los pafetos que visitamos tras la cena; entrábamos en formación de 'swarming' (o sea, al montón) hasta la cocina, y si a esas alturas no nos habían parado pues ya pedíamos y tal. Curiosamente funcionó. Claro, no había Marines. Juan, nuestro benjamín del año pasado (del que ya hablé en la crónica correspondiente) digievolucionó a Toni Manero en cuanto empezó el ratoneo musical; tenía bula, porque en la salida anterior se convirtió en el maldito chérif al lograr sacarle una rosa de gratis a una de esas chinas que rondan por ahí y luego endiñársela a la primera moza de buen ver que entró en el local. +1 a Carisma.

Capítulo 3. Intercambio de Prisioneros
Rondaban las 2 de la mañana cuando uno de los alumnos, algo perjudicado de salud (no por el alcohol, es una noche light) acabó tan cansado que necesitaba volver a la residencia. Dejando a mi apañero Sam al frente del contingente principal me lo llevé para canjearlo por nuestro follonero oficial, que se había quedado en la residencia cumpliendo arresto domiciliario (y fregando el comedor o algo así). Cumplido el trámite aterrizamos en una de las inevitabes paradas en salidas de este tipo: el karaoke. Al salir, algunos más afónicos que otros, hacía una rasca considerable, y los pocos que tuvimos la previsión de llevar algo de ropa abrigada la hicimos rondar por turnos. Muchos se retiran a dormir, y los demás montamos un after-hours casero hasta la hora del desayuno.

Capítulo 4. ¡Atrapados!
El plan era entretener la noche hasta las 7 o así, que es cuando abren las chocolaterías. El primer contratiempo fue que la mayoría había sucumbido al sueño; el segundo, que durante la noche habían cerrado las puertas de la residencia y no podíamos salir. Afortunadamente Viky el Loco habia localizado las salidas de incendios: había que descender por una desvencijada escalera y saltar por una ventana a un solar en obras, para luego atravesar el vallado. Fácil. Dimos luz verde al plan y los pocos supervivientes de la noche lo celebramos, una vez más, con chocolate y churros en El Castillo. Incluso hicimos una "operación retorno" a la residencia para recuperar a algunos rezagados; cada año nos superamos...

Y eso es todo por el momento. Esperamos al próximo año con ilusión para descubrir qué nuevos retos y peligros nos deparará el Curso 2010. Al menos tendrán que meter un balrog en la residencia para subir el nivel.

miércoles, 22 de julio de 2009

Curso de verano Valladolid 2009 (Parte 1)

De nuevo en la brecha, amigos míos. Otro verano, otro follón. No sería verano sin esas dos semanas de poco parar y mucho hacer que proveen de anécdotas para el resto del año.

Cuanto más tiempo paso dando clase más me convenzo de que los alumnos, especialmente los que se alojan en la residencia, forman un pequeño ecosistema independiente. Así que, cual Félix Rodríguez de la Fuente, he estudiado las especies que lo pueblan. Como en todo sistema natural hay ciertas pautas que se mantienen.

1ª pauta: dinámica social.
La sociedad de este entorno es muy cerrada, con subdivisiones internas (a saber: grupos 1, 2 y 3-4). El grupo 1 -ó G1- son los mayores; es la casta dominante y habitualmente la más activa, incluso en períodos nocturnos. Se distinguen por ser más folloneros que los demás (salvo en el bus, que domina el G2) y por sus gritos de guerra (varían de año en año).
Les siguen en edad los integrantes del G2, comúnmente llamados "medianos". Tienen un modo de vida marcado por el ritual, como invadir cualquier espacio con juegos de cartitas y similares tipo Yu-Gi-Oh!, Gormiti, etc. A veces adoptan costumbres del G1, como los gritos de guerra o intentar irse a dormir más tarde.
Por último están los grupos 3 y 4; como las crías de cualquier especie son prácticamente una unidad cohesionada, bastante errática y habitualmente acompañada de sus padres o el monitor correspondiente.

2ª pauta: distribución geográfica.
En ausencia de un jefe de manada o monitor el G1 se distribuye por las habitaciones (no necesariamente las suyas) en pequeñas comunas; cuando hay monitor presente suelen estar en una de las salas comunes jugando a algún juego de tablero, al "pum" con sus múltiples variantes (como el "strip pum") o a rol si Hugo ha preparado fichas (;P). El G2 se agrupa en torno a mesas de juego carteables o en los ordenadores (si los del G1 no les han echado). Los del G3 pululan por ahí como ewoks hasta que viene algún padre y se los lleva.
El comedor es otro lugar donde se diferencian las castas. Citando el monólogo/estudio antropológico de Mario: "hay una mesa en la que se sienta la gente guay y otra... en la que no".

3ª pauta: comportamiento y evolución.
Casi todos los grupos se mueven con lentitud cuando van en manada. Son una especie parásita de los autobuses, que invaden sin piedad (con preferencia en el fuelle central), pero se dispersan al llegar a la residencia excepto durante las comidas (y en los desayunos, que sólo bajan los que han dormido lo suficiente).
La actividad se suele centrar en torno a pequeños líderes que arrastran al resto. A lo largo del curso se van estableciendo normas y rituales como a qué hora levantarse por la noche para que el monitor no se entere (¡ja!), rutas para esquivar al encargado de la residencia, a quiénes no buscar si han desaparecido -de 2 en 2... normalmente- o la canción oficial del verano (habitualmente la que suene en el teléfono de Tirso). Estos rituales se observan con extraordinario rigor y sentido del grupo.

Hay que distinguir, como dije antes, algunos nichos ecológicos o funciones específicas que alguien en el grupo ha de desempeñar invariablemente. Las más notables son:
-Follonero mayor. No es necesariamente la persona más carismática, simplemente el que organiza (o se mete en) jaleos con más facilidad, ya sea intencionadamente, por aburrimiento o simplemente de puro tonto.
-El "raro". Puede haber uno o más, se distingue por su comportamiendo extremadamente peculiar (incluso para sus compañeros). Suele tener una forma rara de hablar, ser algo maniático, etc.
-La mascota. Suele ser uno de los más jóvenes del G1 o un mediano adoptado. Suele ser muy simpático o un auténtico tocapelotas (muy posiblemente ambas cosas). Esta función y la anterior pueden ser desempeñadas por la misma persona.
-La introvertida, es decir una chica que no habla casi nunca. Puede incluir una amiguita que hace de intérprete con el mundo exterior, en cuyo caso constituyen un único ente a efectos prácticos (van juntas a todas partes). Hay dos variantes: la introvertida auténtica, que tiene un mundo interior propio y es igual que la niña de Aliens; y la de pega, que es formalita en clase pero fuera las mata callando.
-La "femme fatale" o alborotadora de hormonas; se la localiza fácilmente siguiendo el rastro de babas que hace dejar a su paso. Suele causar estragos en los primeros días del curso (y a veces en los últimos). Esta función también es compatible con la anterior.
-El formal. Es el que tiene la cabeza más o menos en su sitio y a veces llega a inculcar un poco de sentido común en sus compañeros (o, si usa ese sentido común, se queda al margen de jaleos).

Además hay especies fácilmente identificables formando parte del colectivo:
-Artistas invitados (o sea, americanos). No se les ha visto últimamente, puede que estén en peligro de extinción.
-Los fiesteros, que lo primero que buscan son sitios por donde salir de juerga, y si no pueden montan fiesta en las habitaciones. Generalmente son los participantes de la competición "Copa América" los años que la femme fatale es una artista invitada.
-Frikis, que son aquellos que saben que "rol" es algo más que una asignatura y tienen bastante subcultura para soltar un par de frases de películas. No confundir con frikis auténticos; estos últimos son mucho más escasos, identificados y oficialmente reconocidos por el Frikimaster (myself) en una ceremonia de iniciación que varía de un individuo a otro; pero todos los que la han pasado lo saben.
-La tribu DS, posiblemente una subespecie Borg que lleva una Nintendo DS injertada. Todos los intentos de extracción hasta el momento han fracasado, resultando en catalepsia o muerte cerebral del individuo. En lugar de la DS pueden llevar un mazo de cartas.
-Cotillas. Constituyen la red de información básica de toda la infraestructura, son los que se enteran de todo y hacen correr los chismes como la pólvora. Esta característica se adquiere con tanta facilidad que es difícil decir si son una especie aparte o se trata de un contagio vírico.


Eso es todo de momento; permanezcan atentos a su receptor para próximas entregas.

viernes, 26 de junio de 2009

Amor a primer acorde

Mis trabajos son esporádicos, poco ortodoxos en su mayoría y potencialmente peligrosos para la juventud el reino; pero en ocasiones me brindan la oportunidad de visitar bonitos lugares y conocer gente interesante. A veces donde menos te lo esperas.

Es mi momento moñas del año, y lo aprovecho para admitir que estoy locamente enamorado de una muchachita a la que conocí el año pasado; vivaracha, encantadora, guapísima y con un talento tremendo.
Os presento a mi musa:



¿No es para comérsela de un bocado? :)_

El Maldito Pirata, atontao por un día.

sábado, 23 de mayo de 2009

Climatología, destino, o simplemente suerte

Esta noche salí de casa a las 00:20 para ir al cine a la llamada sesión golfa. De negro, con deportivas y mi camiseta de Superman (informal a la par que elegante). Hacía un tiempo perfecto para ir sin nada más, como una noche veraniega. Cuando terminó la película, cerca de las 3:00, había refrescado considerablemente y caía una lluvia que hacía incómodo estar en la calle. Qué lata.
Curiosamente, por alguna razón llevaba también una camisa de manga corta y mi "petrolero" de cuero del brazo. Posiblemente soy la única persona que volvió a casa a aquella hora cómodamente y completamente seca. Ironías de la vida.

Ni se me había ocurrido que pudiera llover. Es lo que ocurre con la intuición: si la seguimos no tenemos ninguna seguridad de que sea correcta. No obstante, a veces la seguimos... y funciona. Los temporales en el Acheron me han enseñado que "por si acaso" es una gran frase.

Cómo me alegro de ser pirata.

lunes, 6 de abril de 2009

Un cuento antes de dormir

A veces tengo pensamientos que no están empapados de veneno. No son ocasiones abundantes, pero ocurre de vez en cuando. A veces digo algo bonito en vez de escupir ácido de batería. Una de esas veces se me ocurrió un cuento. No es demasiado original, ni pretende ser profundo; sólo es un cuento.
Así que esta vez, por cachabas, el post ha de ser largo.


¿Puedes oír mi voz?

Cuando era niña no tenía miedo de la oscuridad, ni de los monstruos, ni de todas esas tonterías que asustan a otros niños. Son cosas de cuentos y yo sabía que no existen. Tampoco tenía miedo a hacerme daño, ni a que se burlaran de mi; si me hacía daño me ponían una tirita, y si otro niño me hacía burla le daba una patada. No me daban miedo ni las inyecciones.
Mis profesores decían que era muy lista y que me fijaba en todo. Sacaba buenas notas y me llevaba bien con mis compañeros, aunque la mayoría me parecían un poco tontos. Mis padres estaban muy contentos conmigo. A los once años ya me dejaban ir sola en el autobús, y mi madre me mandaba a hacer recados. Yo sabía que no tenía que hablar con desconocidos y todo eso, pero me gustaba mirar a la gente. Sabía enseguida si iban a trabajar o a casa, si tenían un buen día o estaban preocupados.

Un día tropecé al bajar del autobús y caí sobre un hombre mayor que iba delante. Le pedí perdón, y él sólo sonrió. Entonces me di cuenta de que no me había caído sobre él, sino que él me estaba sosteniendo. Había visto a aquel señor otras veces en el autobús, pero no era muy interesante. Iba siempre bien vestido, con un sombrero y un abrigo de paño negro, y solía mirar por la ventana con cara de cansado. Me parecía que aquel hombre tenía una vida triste.
Al día siguiente mi madre me mandó a otro recado. Con el dinero de la vuelta compré unos caramelos, porque mi madre a veces me lo daba de propina. Al volver en el autobús vi al señor del abrigo; como no le había dado las gracias le ofrecí un caramelo. No dijo nada, sólo lo cogió y sonrió. Entonces me di cuenta de que el hombre no era tan mayor. Además los ancianos huelen un poco raro, pero él olía a miel y rosas. "Seguro que tiene un jardín", pensé. Desde entonces si llevaba caramelos o bombones le daba alguno cuando le veía; él sonreía pero nunca hablaba.

Cuando cumplí doce años di una fiesta, como todos los años. Invité a todos mis amigos pero algunos no vinieron. Me puse un poco triste, pero pensé que si eran tan tontos para no venir, peor para ellos. "El próximo año no les invitaré". Pero al año siguiente vinieron menos aún, y me di cuenta de que ellos tampoco me invitaban a sus fiestas. Aquello me enfadó mucho. "Son todos estúpidos, me tienen envidia y por eso no quieren ser mis amigos". Pero no quería quedarme sola; eso sí que me daba miedo.
Al día siguiente estaba tan triste que casi tuve un accidente. Al cruzar la calle alguien me agarró. Me asusté y grité; pero entonces me di cuenta de que el semáforo seguía en rojo y pasaban coches. Cuando me soltó le vi: era el hombre del abrigo. Iba sin sombrero... ¡no era nada viejo! Seguro que mi padre era mayor que él.
Estaba avergonzada, porque casi cruzo sin mirar y él había evitado que me atropellaran.
-Gracias -le dije muy bajo.
-De nada.
Era la primera vez que me hablaba.
-Siento haberle gritado.
-Todos gritamos a veces.
No parecía enfadado. Ahora tenía curiosidad y le pregunté:
-¿Quién es usted?
-Yo trabajo para Dios.
-Ah, ¿es un cura?
Sonrió, pero no dijo nada.
-No me ha respondido. ¿Es un cura o no? -le dije algo molesta. Se inclinó y me dijo, con voz tranquila:
-No. Soy un ángel.
-¡Eso es mentira! ¡Déjeme en paz!

Salí corriendo. Se creía que era una niña boba y me había mentido; ya no me gustaba. No quería verle más, ni a los tontos de mis amigos, ni a nadie. Me fui a casa, llorando; me sentía más triste y sola que nunca.
Me volví muy callada, y la gente no se molestaba en hablar conmigo. Ya casi no hablaba a nadie en el colegio, hasta que una niña que se llamaba Micaela me preguntó qué me pasaba. Nunca le había hablado porque me parecía muy infantil (le daba miedo la oscuridad), pero me habló cuando ya nadie lo hacía. Desde entonces Micaela y yo nos hicimos amigas; resultó que tenía mucho sentido del humor y siempre nos reíamos juntas, y pensé que a lo mejor los otros niños no eran tan tontos como yo creía.
Al hombre de negro no lo vi más. "Aunque me haya mentido creo que era buena persona". Le pregunté al conductor si sabía qué le había pasado, pero no supo a quién me refería. Una vez subió un señor de negro que miraba por la ventana, triste, y creí que era él; pero no podía ser porque era demasiado viejo.
Por fin decidí contárselo todo a Micaela. Creí que se reiría, pero me dijo muy seria:
-A lo mejor era un ángel de verdad.
-¡Cómo iba a serlo! Los ángeles tienen alas.
Caí en la cuenta de que ahora había dicho yo una tontería, pero ella respondió:
-Es verdad, tienen alas.
Lo dijo tan seria que parecía haber visto miles, y acabamos riéndonos de aquello. Sin embargo me dio pena no ver más al hombre del abrigo negro.

Las dos fuimos al mismo instituto. Allí hice nuevas amigas, pero Micaela seguía siendo la mejor de todas. Además los chicos me encontraban muy guapa, y siempre andaban detrás de nosotras. El segundo año empecé a salir con Gabriel, un chico inteligentísimo y guapo del curso siguiente. A él no le gustaba Micaela, pero yo no dejaba de ir con ella; nunca dejaríamos de ser amigas.
Fue todo perfecto hasta que cumplí los dieciocho. Gabriel ya estaba en la universidad, y dejó de verme porque "le parecía un poco cría". Era Navidad y Micaela estaba de vacaciones con su familia, así que no tenía a quién hablar. Tampoco quería contárselo a mis padres, así que me fui a una cafetería, sola y con ganas de llorar. "Ojalá estuviera Micaela; ojalá pudiera hablar con alguien..."
-¿Puedo sentarme?
Levanté la vista. Un chico de unos veinte años estaba delante de mí, con una sonrisa amable. No le conocía pero no me importaba y le dije que sí, al menos tendría compañía.
Por un momento sospeché:
-¿No serás amigo de Gabriel?
-¿Quién es? ¿Tu novio?
El chico seguía sonriendo, y entonces me fijé de verdad en él. Parecía normal, pero al mismo tiempo era increíblemente guapo. Me puse colorada.
-Ya no... Ni quiero verle.
Le conté lo de Gabriel, y me escuchó como si fuese mi mejor amigo. Cada vez me sentía mejor. Tenía una voz encantadora, y un olor... olía a...
Miel y rosas.

Iba bien vestido. Y sobre el respaldo de la silla tenía un abrigo de paño negro. Empecé a marearme.
-¿Quién eres? -pregunté.
-Ya te lo dije una vez -respondió.
-No puede ser... eres demasiado joven. Él era viejo, cansado...
-Eso depende de vosotros. Cuanto menos creéis más débiles somos. Si creéis en nosotros, nos hacemos más fuertes.
-Eso... eso es absurdo. ¡Nadie ve ángeles!
-Todos podéis vernos, pero muy pocos nos oís -respondió.
-¿Por qué?
-Porque no nos habláis.
Me sentía confundida. Como si fuera una niña pequeña dije:
-Mi amiga Micaela dice que los ángeles tienen alas.
-Seguro que tu amiga tiene razón -contestó, y sonrió aún más.
-Te estás burlando de mí. No me creo nada de eso.
-Si no lo creyeras, no estaría aquí.
Empecé a asustarme, aquello no era posible.
-Es mejor que me vaya -le miré a los ojos-. No quiero verte más.
Me levanté y me fui de la cafetería, casi con miedo, pero sintiendo que había perdido un amigo.

A la semana siguiente fui con mis padres a esquiar. En la estación me encontré con unas compañeras de clase y pronto me olvidé de todo, nos dedicamos a hacer carreras y batallas de nieve. Pero tuve una mala sorpresa: una de ellas iba con Gabriel. Yo había aprendido a esquiar con trece años y se me daba bien, así que la desafié a bajar por una de las pistas difíciles.
-La última paga las pizzas.
Me lancé cuesta abajo más y más deprisa; tenía ganas de empujarla para que se cayera. "Voy a ganar cueste lo que cueste". Iba tan enfadada que ni veía la pista, hasta que me equivoqué de camino y me metí en una de las rampas más peligrosas. De repente me encontré en el aire, cayendo y rezando para no hacerme demasiado daño. Rodé cuesta abajo como una bola, completamente mareada; por un momento creí que algo negro me envolvía, y perdí el conocimiento.
Me desperté en la cama de un hospital. Tenía un brazo y una pierna escayoladas. Una enfermera me dijo que me habían recogido junto a un árbol al pie de la pista.
-Con ese golpe es un milagro que no te haya pasado nada peor -dijo, y se marchó.
Pero había alguien más en la habitación, sentado en una silla junto a la ventana. De negro, bien vestido, tan guapo y joven como la última vez.

-Tú otra vez... ¿Qué haces aquí?
Me costaba hablar. No sabía por qué estaba allí, pero me alegraba de verle. Él se encogió de hombros.
-Visitarte.
-Estabas allí, ¿verdad? A pesar de lo de la cafetería.
-Volviste a llamarme.
-¿Qué? Yo no...
-Rezaste -me interrumpió. Seguía sonriendo. Al cabo de un rato pregunté:
-En el autobús... ¿por qué estabas triste? -Él suspiró.
-Por las personas que pierden su camino; por los que no aprecian lo que tienen.
-Entonces, ¿ahora estás contento?
-Por tí, sí.
Pensé de inmediato en Micaela. Yo no sabía qué decir.
-Gracias.
-De nada.
Se levantó y se puso el abrigo.
-¿Ya te vas? -de repente no quería que se fuera.
-Ya no me necesitas.
-Pero... ¿volveré a verte? ¿A oírte?
Sonrió de nuevo.
-Siempre que me hables.
Me tomó de la mano sana. Su tacto era cálido como un día de sol. Empecé a sentir sueño, y lo último que vi fue el vuelo de su abrigo de paño al pasar por delante de mí.

-¡Buenos días! ¿Cómo te encuentras?
En cuanto abr los ojos vi la cara alegre de Micaela. Había venido a visitarme. Intenté levantarme para abrazarla pero no hizo falta, ella se inclinó por mi.
-Pues dicen que he tenido mucha suerte. Creo que no voy a esquiar en una temporada -bromeé. Pensé en contarle lo que había... ¿visto? ¿Soñado? "No, si se lo cuento me tomará por loca. Tengo que haberlo soñado." Al final me animé a preguntarle -¿me ha visitado alguien más?
-¡Qué va! Tus padres han estado todo el tiempo mientras dormías, pero soy la primera a la que dejan pasar.
"Lo he soñado... o estoy loca".
-Gracias por venir, eres una amiga estupenda.
-No hay por qué. -Alguien llamó a la puerta, y Micaela puso mala cara.- Es la enfermera, que viene a echarme. Volveré a verte. -Antes de irse se paró en la puerta-. Por cierto, ¿te han traído flores? ¡Aquí dentro huele a rosas!
El corazón me dio un vuelco. La silla junto a la ventana estaba vacía. Intenté alcanzarla con el brazo bueno, pero no llegaba. Y entonces la vi en el suelo: una pluma, blanca y brillante. Estiré la mano para cogerla y aspiré su olor. Rosas, rosas y dulce miel... el olor de un ángel. Me sequé una lágrima, y puse la pluma bajo la almohada.

Nunca he vuelto a verle. A veces cojo el autobús esperando encontrar un hombre mayor con abrigo y sombrero, mirando por la ventana. Pero aún tengo la pluma blanca con aquel olor maravilloso. A veces la uso para escribir cartas; y jamás una carta escrita con esa pluma ha quedado sin responder.

viernes, 19 de diciembre de 2008

Pasando de todo

He decidido saltarme el resto de la crónica veraniega, como resulta obvio. Como el blog es mío y me lo ***** cuando quiero (y no postea ni dios), así me quito otra cosa de "tareas pendientes" y ya pondré algo cuando tenga tiempo y ganas. Hala.