jueves, 14 de febrero de 2008

Guerra y Paz

Son las 3:34 AM (diga lo que diga el reloj del blog, que está como una regadera). Debería estar durmiendo el sueño de los justos, y dirigir mi barco onírico rumbo al sol naciente.
No lo estoy.

No estoy durmiendo principalmente porque me he quedado hasta las tantas viendo La sangre de los templarios, y luego otro rato acabando un proyecto de 3DStudio. No soy "workoholic", simplemente me gusta.

Pero en estas noches en que los grillos se acuestan antes que yo mi mente tiende a convertirse en un avispero. Mi memoria funciona mejor que durante el resto del día y todo vuelve de golpe. Especialmente esas cosas que ocurren de vez en cuando y han ido convirtiendo mi antaño diplomática lengua en un contenedor de ácido que acojonaría a una Reina Alien. Por desgracia no son horas para gritar (nunca lo son).

Conflicto tras conflicto. En todas partes se puede encontrar guerra sin necesidad de buscarla. Ser la voz de la razón no cuenta, "si vis pax para bellum"; "si vis bellum..." ni te cuento. Y si te quedas demasiado tiempo mediando y tratando de evitar el estallido acabas encontrándote entre dos fuegos. Y no me canso de ser la maldita ONU entre partes enfrentadas. Seré imbécil.

Odio lo políticamente correcto. Primero, porque es una forma de evitar enfrentamientos cobardemente, hablando sin decir nada para no poder ser acusado; tirar la piedra y esconder la mano. Segundo, porque es mentira; la honestidad nunca es políticamente correcta (y a veces lleva a conflictos), pero evita mantener un status quo incómodo y tirante. Tercero, porque es ofensivo. Si no quieres problemas no te metas en ellos. Si te has metido, navega recto. No evites la tempestad, atraviésala con rumbo firme y al otro lado encontrarás un nuevo sol, el mar en calma y las cubiertas limpias. ¡TORMENTA! Enfréntala, o tronará tras de ti el resto de tu vida.

A veces tiene que haber una bofetada antes de un apretón de manos, una lágrima antes de un beso, la verdad antes de un "lo siento". Pero seguimos huyendo de la tormenta. Acatemos la ley, evitemos el problema... que crezca en la sombra alimentándose de temor y sospecha. Hasta que sea demasiado fuerte y escape a nuestro control.

Odio la hostilidad del silencio. Ese silencio pesado, cruel, que dice más que un millar de reproches.

Estoy hastiado de guerra. Necesito paz; pero tal vez mi paz esté al otro lado de la tormenta, esa que se rodea, se evita, o incluso hace que dejemos nuestro barco en tierra.

Tengo una buena nave. Navego sin tripulación. Necesito una ducha. Pongo rumbo a la tempestad, donde las nubes truenan. Los relámpagos son mejores guías que cualquier brújula.

En momentos como éste, me alegro de ser un pirata.

2 comentarios:

¿Quien es Anita? dijo...

Me ha encantado tu entrada. Enhorabuena. Opino igualmente sobre la correción política (supongo que por eso me ha gustado) ¡y manejas estupendamente la metáfora!

Anita

El maldito pirata dijo...

A veces desearía que fuera más metáfora que realidad... ^_^ A pesar de todo yo mismo he caído en lo políticamente correcto, como un maldito esclavo de las circunstancias. Pero citando las palabras de un gran hombre, real o ficticio: "cuando rindas cuentas a tu Dios no podrás decir que no eras dueño de tus actos, o que la virtud no era oportuna". Ah... revisa tu primera entrada, tienes un comentario.

Gracias por leer. Seguro que entiendes por qué me hice pirata.